viernes, 10 de noviembre de 2023

El cuervo (Le corbeau). Los efectos de la calumnia y la difamación

         El cuervo (Le corbeau).  Henri-Georges Clouzot 

"Nada consuela tanto al miserable como sembrar la semilla del descrédito y la difamación en los campos mejor labrados"    
 J.M. de Prada

     La intencion primera de esta pelicula, como señala Juan M. de Prada, es el análisis de la maledicencia, como elemento destructor de las comunidades humanas.
      La trama gira alrededor de un médico rural y los sucesos que acaecen cuando es acusado falsamente de diversas conductas denigrantes e irresponsables, por medio de cartas anónimas firmadas por “el cuervo”, hasta llegar a destruir su reputación personal y profesional.

    La dinámica social que se genera en el pueblo llega a ocasionar la muerte de un paciente, que se niega a ser atendido por el médico.
    Recordemos que la palabra griega "diábolos" (diablo) significa "falso acusador o calumniador", viene de "día- vallen" que significa "echar por tierra", "crear desorden y división", lo cual es la descripción exacta de la obra del diablo.

   La película puede resultar dura de ver por su crudeza, y en algunos momentos se hace asfixiante la misantropia que parece destilar. Hay que tener en cuenta el contexto en el que fue hecha: 1943, en plena 2º guerra mundial y a punto de ser invadida Francia.

  En la misma se describe con precisión milimétrica, la dinámica del contagio social de la maledicencia y la difamación en las comunidades humanas, su vulnerabilidad ante la influencia de personalidades psicopáticas y las consecuencias devastadoras que genera el resentimiento, que como señala Gregorio Marañón, desde Caín y Abel es una constante en la historia de la humanidad.

  Realizada en modo de suspense e hiperrealismo, termina descubriéndonos que básicamente detrás de todo lo que sucede, esta agazapada la envidia y el resentimiento.
    Hoy en día, la maledicencia y la difamación son armas de uso común visibles en la denominada "prensa-basura" así como en redes al amparo del anonimato. Pero también se puede observar, aunque afortunadamente no tan frecuente, a nivel laboral o familiar.

  En todos los casos la destructividad es mayor, pudiendo ser devastadora, cuando se actúa sobre la victima de manera conjunta o no individual y de forma coordinada, pues ello significa la disolución de la responsabilidad personal, lo que conlleva ausencia del sentimiento de culpa y la liberación de las más bajas pasiones (Adquiriendo la potencialidad de "banda organizada" o masa, y el efecto "manada")

  Por lo demás, la película también nos muestra la importancia del prestigio profesional del médico, que en sí mismo es un valor social que hay que preservar,  entre otras razones por su carácter terapéutico.

    J.M. de Prada en base a este film, hace un estudio minucioso y lúcido sobre la calumnia y la difamación desde el punto de vista etiopatogenico, esto es: como se fragua y desarrolla, así como los efectos devastadores que genera, tanto a nivel personal como social.

Estas son algunas de sus luminosas reflexiones al respecto:

... Su intención primera es el análisis de la maledicencia como elemento destructor de las comunidades humanas. Y es que la maledicencia, que es siempre el desahogo de un espíritu enfermo, se complace en el contagio corrosivo de su propia dolencia. 

Tan importante como el desprestigio de la persona calumniada, resulta para el maledicente que sus insidias envenenen las almas de las personas que alimentan, sembrando en ellas angustias y vacilaciones, provocando discordias y recelos incurables; encizañando, en fin, la convivencia, hasta convertirla en un campo de minas. Tan condenables como los cuervos que lanzan especies calumniosas son esas gentes imbéciles que contribuyen a su propagación, con frivolidad o regodeo, pensando que la maledicencia es un juego o pasatiempo inocuo, sin medir las consecuencias de lo que destruyen. Sin darse cuenta de que, con su actitud irresponsable, están contribuyendo a que la envidia, el resentimiento y la pura malignidad se entronicen como árbitros de la vida social.

Hay, en efecto, gentes que no pueden vivir sin alimentarse de maledicencias que mantengan despierta su curiosidad malsana. La maledicencia se ha convertido, increíblemente, en el ‘soma’ de los espíritus innobles, que –como les ocurre a los enfermos más mezquinos– se consuelan sabiendo que su enfermedad se contagia a quienes le rodean («mal de muchos, consuelo de tontos»). 

Hoy más que nunca, en volandas de las ‘redes sociales’, la cizaña de la maledicencia prende con una feracidad tropical, a veces porque ‘divierte’ mucho, a veces porque halaga despechos y envidias enconadas. Pero, a medida que la maledicencia se extiende, la sociedad se envilece, las bajas pasiones afloran y lo anegan todo. Y pronto la censura legítima, la sátira ingeniosa no bastan, pues no suscitan el mismo interés morboso que provocan las calumnias que destruyen vidas. Así, azuzadas por los cuervos, las sociedades se convierten en jaurías de hienas que sólo hallan consuelo en lanzar su dentellada sobre la fama ajena.

 Y, por supuesto, las hienas siempre lanzan su dentellada sobre las personas más virtuosas, porque nada consuela tanto al miserable como sembrar la semilla del descrédito y la difamación en los campos mejor labrados.